Escribo estas lineas desde la celda en la que me tienen preso. Se presuponía que hoy era nuestro día libre, la tan ansiada tarde en la que íbamos a cambiar el hastío de la cotidianidad. Han sido unas cuatro semanas de sufrimiento contínuo, de palizas gramaticales racistas, de collejas vocabulísticas, de tortura sistemática. Y hoy debía acabar. Hoy. Hoy…
Pero no ha sido así! Menuda puta rallada! No hay tregua! Me toca las cochinas pelotas un mazo que te cagas! Va el tío y nos hace revisar los putos exámenes uno por uno como si fuéramos niños comemocos de parbulario. Otra hora y media perdida. Además, esta precisa tarde que Trento ha sido cubierta por un manto de cocaína divina. Esta precisa tarde que íbamos a combatir a muerte en la plaza del Duomo por el amor de la Señora del Simón. En fin otro día será, porque como dice la Virgen de Regla: La esperanza y la dignidad es lo último que se pierde. Aunque os recuerdo avispados lectores que para perder la dignidad primero hay que tenerla. Y hoy me despido con el extracto de poesía que algún sufrido estudiante ha grabado a sangre en el espejo del urinario:
«Ha sido una experiencia religiosa verdaderamente, la virgen se nos ha aparecido en forma de plátano volador y nos ha dicho, «no os da vergüenza sucios bastardos venir asin a clase, con vuestras sucias mudas puestas de revés?», en tanto el señor rojo estaba ejercitando su derecho a proclamar su 130, «demos todos juntos gracias al señor!!» »
Ahh, se me olvidaba. Hoy soy un poquito mejor persona. He aprobado.