Eran huesos y carne. Huesos y carne que retornaban a casa después de una fatigosa tarde de visionado urbanita a lo Brunelesky. Sus cansadas espaldas arrastraban el peso de incontables noches de destrucción alcohólico-depresiva. Sus ojeras indicaban que a pesar de que era mejor que dormir entre cartones, la furgoneta no era ningún paraíso terrenal. El color cetrino de sus caras nos confirmaba la inconveniencia de seguir una dieta a base de pan bimbo y salami de €/kilo. Y ese andar encorvado, ese andar encorvado, que junto a esos pasitos cortos que daban nos decían, nos gritaban claramente… ¡Que se estaban cagando como perras! ¡Que se estaban cagando como si Dios les hubiera mandado un rayo de diarrea divina!
Joder, eran tres mierdas con patas en busca de un puto agujero don evacuar esa masa compacta que en forma de palomino a más de uno le estaba convirtiendo los gallumbos en una obra de arte post-moderna. De repente, y cuando ya sonaban las trompetas del Apocalípsis el señor morado lo ve: allí estaba, un jodido instituto en el culo del mundo. Rápidamente y como reacción natural de supervivencia su memoria accede a la carpeta W.C. Este era un directorio cerebral donde el señor morado guardaba toda la información relacionada con cagar y con sus complementos y necesidades. Haciendo un rápido repaso a los múltiples archivos que guardaba como imágenes jpg de todos y cada uno de los baños que había visitado desde los tres años hasta el día de hoy, decide que los institutos son dignos lugares que merecen recoger la semilla de su abono.
Señor marrón y señor rosa aceptan el plan sin oponer mayor resistencia y los tres juntitos de la mano se adentran en el centro educacional. Después de recorrer cerca de unos 75 metros y de cruzarse con 3 emos (lo que nos deja una nada desdeñable estadística de que en Bologna hay un emo cada 25 metros) vislumbran una tenue luz que intentaba escapar de una una habitación situada a unos treinta pasos del pórtico donde estaban. La luz era blanca y cálida. Tenia que ser un baño, no podía ser otra cosa. Dios les debía una.
-De puta madre, es un jodido baño. Además, hay tres. Uno para cada uno- sentenció el señor marrón.
Señor marrón el primero por la izquierda, señor morado centro y señor rosa derecha. Ruido de cinturones que se aflojan, botones que se sueltan y prrrrrr,pfffff,oppfpfppf……. choooof. And one more time. Ruido de cinturones que se aflojan, botones que se sueltan y prrrrrr,pfffff,oppfpfppf……. choooof.. A continuación, papel higiénico girando y un poco de baile agarrado entre la celulosa y la carne.
Pero algo iba mal. Ningún sonido emanaban del santuario donde reposaba el señor rosa. Ruido de cadenas, lavabo y tras la puerta del señor rosa silencio.
-Señor, marrón creó que al señor rosa le pasa algo, hay demasiado silencio- sugirió el señor morado.
-Señor rosa, señor rosa. ¿Va todo bien?
NADA.
-Creo que lo mejor será que abramos la puerta no vaya ser que se haya desmayado o algo así.
-De acuerdo.
El señor marrón alargo la mano hasta el pomo mientras pensaba que coño iba a decir si se encontraba al señor rosa cascándose un paja mientras pensaba en mamillas. El pomo giro y tras un leve empujón, un caricia tal vez, la puerta comenzó a abrirse. Un olor insoportable se abrió paso raudo y veloz a través de sus fosas nasales obligándoles a retroceder un par de metros. No se iban a rendir tan fácilmente. Hincharon sus pulmones con todo el aire que podían almacenar y tras adelantarse un par de pasos abrieron la puerta con una patada Chuck (patada propiedad de Chuck Norris).
Pero… no podía ser. Allí no había nadie. Ningún ser viviente. El señor rosa se había esfumado. Lo único que había allí era aquello. Una mierda tal que estoy seguro de que tenía gravedad propia. Un grotesco montón de deshechos del tamaño de una banana cubana. Tan grande que desafiaba descaradamente las reyes que rigen los tamaños máximos de los esfínteres. Una mierda que no podía a haber sido expulsada por ningún organismo vivo ya que le produciría un desgarro tal que chorrearía sangre como una puta fuente. Algo que no podía conseguirse ni a base de una alimentación tan solo compuesta de kalimotxo e higos. Joder, coño. Pero es que menuda mierda!!
Fotos. Suspiro. Conclusión más lógica: El señor rosa ha pasado ha mejor vida, ha evolucionado a la forma perfecta, una mierda de dos kilos y 10 centímetros de diámetro.